Cacho Nro. VII : El lado B del espejismo

  Mateo San dispuesto a hacer un dinero extra se le ocurrió  la trasnochada idea de escribir un libro sobre Jesús Iluminado Veremundia; al que bautizó como Vox Deserti. Su plan de trabajo se dividió en dos etapas: la primera, mientras Jesus estaba en el desierto, consistió en preguntar a distintos personajes del pueblo acerca de que creian ellos que Jesús había ido a hacer al desierto; en la segunda etapa una vez vuelto Jesus del desierto y frente a su hermetismo sobre que había ocurrido durante esos cuarenta días, Mateo San intentó averiguar si alguien en el pueblo tenía alguna anécdota que Jesús les hubiera confiado. El primero en ser entrevistado fue Salomón Rey. 

— Seas bienvenido a mi humilde establecimiento —dijo Salomón Rey a modo de saludo— ¿Qué estás buscando Mateo?

— Información Salomón. Creo que usted sabe que Jesús se ha ido al desierto. ¿Tiene alguna idea sobre que fue a hacer allí? —preguntó Mateo con tono inocente.

— Por supuesto que lo sé —respondió Salomón con aire de superioridad— me parece extraño que tú no lo sepas.

— El maestro puede ser reservado a veces... ¿y qué es lo fue a hacer allí?.

— Una búsqueda —dijo secamente Salomón.

— Oh un tesoro —exclamó Mateo entusiasmado— ¿oro, joyas, brillantes?

— Ya lo creo. El tesoro más grande que cualquier persona quiere para sí —sentenció Salomón.

— La tarjeta de débito de Elon Musk.

— Jesús esta buscando lo mismo que tu, Mateo. Información. Sabiduría. Hace algún tiempo él vino aqui preguntando y yo le dije que debía encontrar el Oráculo de Delfos.

— Entiendo. Y lo mandó al desierto. —concluyó Mateo.

— No. Yo no lo mandé a ningún lado. Por algún motivo el pensó que el oráculo debe estar por ahí.

— ¿Y donde está?

— No lo sé. ¿Tu crees que si lo supiera hubiera dejado que nuestro amigo se fuera solo al desierto? —dijo Salomón un poco molesto.

— ¿Cree que corre algún peligro? —preguntó Mateo un poco alarmado.

— Sólo de insolación. ¿Qué peligro va a correr? es un desierto, ahí no hay nada. Por eso lo llaman desierto, sino lo llamarían "la tierra de la abundancia", "la tierra que da leche y miel" o "la tierra prometida".

Mateo se despidió de Salomón y salió rumbo a la farmacia mientras anotaba en su libreta "horaculo de Delfor... imbestigar". Caminó las pocas cuadras que había entre el Bazar-Al-Pasar y la farmacia de Don Arsénico Beningno.

Al entrar sonó la campanita metálica adosada a la puerta, lo que hizo hizo que Don Arsénico levantara la vista.

— Dame un minuto Mateo y estoy contigo —dijo el boticario mientras terminaba de mezclar algunos indgredientes en el vaso de precipitados.

Mientras esperaba que Don Arsénico terminara con su pócima, Mateo se puso a curiosear paseando sus ojos por los distintos frascos y estanterías de la botica y maravillándose con sus etiquetas: "Polvos Flu", "Colas de Rana", "Limadura de Piedra Filosofal", "Geniol", "Pacometh", "Pancutan", "Cola de Caballo", "Barba del Diablo". Luego llamó su atención un armario vidriado cerrado con candado y con un cartel que decía "Peligro-Venenos (handle with care)". Se acercó y pudo ver centenares de frascos pequeños. Tuvo que hacer un esfuerzo para leer las etiquetas: "Coca-Cola", "Marlboro", "Amor"...

— Bueno Mateo ¿en qué puedo ayudarte? —preguntó el boticario.

— Estoy realizando una pequeña investigación.

— ¿Investigación científica? —preguntó Don Arsénico.

— Mas bien literaria, periodística. Voy a escribir un libro sobre Jesús en el desierto. ¿Tiene alguna idea de que pudo ir a hacer Jesús al desierto?

— Ni la más remota idea Mateo. Ni siquiera sabía que Jesús se había ido.

— ¿y en su creencia que cree que puede estar buscando allí? —repreguntó Mateo.

— No se. Yo a veces voy a recoger algunas cosas, suministros para mi botica. Al contrario de lo que mucha gente cree el desierto es una gran fuente de materias primas para mi pequeño comercio.

— Que raro —dijo Mateo mientras se rascaba la cabeza para acentuar su incredulidad— Don Salomón me dijo que en el desierto no hay nada.

— No hay nada para quien no sabe que buscar. Para mí el desierto también fue eso, un desierto, hace muchos años atras. Pero luego un viejo chamán indio Patoruzú-cuatiá me enseño muchas cosas, muchos saberes ancestrales. Saber que he ido incrementando con los años a fuerza de leerme todos los fasciculos de la Enciclopedia Salvat y libros prohibidos como "El Codex Fracturae", "El Necronomicón", "El Vermis Mysteriis", "La Constitución de 1953" y tantos más.

— Ya veo —dijo Mateo mientras anotaba presurosamente todos esos libros extraños— ¿y del Oráculo de Delfos escuchó hablar? una especie de ChatGPT de la antigüedad.

— No. Lamento no poder ayudarte con eso.

— Ha sido de gran ayuda Don Arsénico —dijo Mateo mientras salía de la botica.

Cuanto para leer e investigar. No se si ha sido buena idea. Recien llevo dos entrevistas. Mientras Mateo reflexionaba sobre esto sentado en el banco de la plaza un perro se acercó y se recostó bajo la sombra que daba el banco. 

— Hola perrito. ¿Estás perdido? Te voy a llamar Chucho.

— No estoy perdido y me llamo Mendieta —dijo el perro.

Mateo no había terminado de salir de su asombro por el perro parlante cuando un zulky verde con los vidrios polarizados y sin patente frenó violentamente frente a él. Bajaron del vehículo cuatro hombres vestidos de negro y con Raybans. Dos se le sentaron uno a cada lado.

— ¿Así que usted anda haciendo preguntas sobre Jesús? —dijo uno de los sujetos

— ¿Acaso no sabe que andar haciendo preguntas no es bueno para la salud? —agregó el otro

— Sabemos todo sobre usted Mateo. Donde vive, donde trabaja.

— Estan equivocados... yo no trabajo —intervino temeroso Mateo.

— Subversivo y vago... —dijo el primero levantandose.

— Recuerde Mateo: El silencio es salud

Los cuatro volvieron a montarse al sulky verde y salieron del pueblo haciendo chirrear las ruedas y dejanto tras de si un nube de polvo en suspensión.

— Esto dejo se ser gracioso Mendieta.

— ¡Que lo parió!



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