Había pasado bastante tiempo desde
que Don Jesús dejara de lado sus inventos estrafalarios para dedicarse a la
metalurgia creativa pesada. Ahora pasaba gran parte del día fabricando
soldaditos de plomo. Pequeños ejércitos de granaderos, arcabuceros, piqueros,
húsares, cazadores y un sinfín de unidades más.
“Los mejores
son los granaderos”. Afirmaba hinchando el pecho con orgullo patriótico y ahí
nomás se lanzaba a contar historias de viejas batallas por la Independencia,
junto con clases magistrales de táctica y estrategia, sin poder explicar jamás
la diferencia entre ambas. Cuando alguien de la improvisada audiencia le
preguntaba acerca del carácter diferencial entre ambos términos, terminaba
diciendo que la divergencia era la misma que existe entre decir agua o líquido,
pero dado que no era una clase de química no iba a explayarse más. Y así zanjaba
la cuestión. Ante lo cual sus oyentes mirándose entre sí, asentían con la
cabeza y guardaban un reverencial silencio frente a Don Jesús.
Jesús Iluminado Veremunda. Hijo de
Don Herminio Decoroso Veremunda y Doña Fausta Fecunda Feresviña nació a la luz
de un incendio desatado en el pesebre donde Doña Fausta se había tumbado para
el trabajo de parto, mientras gritaba que la dejaran parir ahí para que su hijo
fuera santo como el Jesús de Nazaret. Todo esto ocurrió un 25 de diciembre
antes de que los indios usaran boleadoras y los gauchos se travistieran con
bombachas.
Entre gritos y corridas, de las
gentes para apagar el incendio, Doña Fausta, que también gritaba, pero no
corría, de tanto en tanto le rajaba una puteada al Espíritu Santo, sin que
nadie supiera bien el motivo. Los más religiosos aventuraban que era el padre
de la criatura por nacer y auguraban que esta sería la segunda venida del
Cristo. Los más agnósticos pregonaban que lo hacía para no putear a Don
Herminio, que, en ese momento caliente de la historia, estaba en el Bar de las
Putas, jugando a las barajas.
A pesar de haberle puesto de nombre Jesús
y haber nacido un 25 de diciembre en un pesebre, el niño Jesús Iluminado
Veremunda jamás hizo milagro alguno. Muchos atribuyen esta marcada ausencia de
milagros al incendio del pesebre, otros a que los Reyes Magos brillaron por su
ausencia, mientras que un tercer grupo lo atribuyo a que simplemente el niño
Jesús Iluminado Veremunda era vago. Las discusiones entre estos tres grupos se
hicieron cada vez más violentas, llegando incluso al borde de la guerra civil.
Guerra que fue impedida gracias a la intervención oportuna de la Logia
Hermética Flagelante que anunció que sometería al niño a una serie de pruebas
para zanjar la discusión.
La Logia Hermética Flagelante era una
agrupación de personas, que frente a cualquier evento desafortunado o calamidad
se daban de azotes a modo de sacrificio y así contrarrestar los efectos
malignos de la crisis. Ellos harían un seguimiento minucioso en la búsqueda de
milagros y maravillas por parte del niño. Con los años la Logia fue perdiendo
prestigio, y miembros, y devino en la Asociación Sado-Masoquista de La Matanza.
Así fue que los voceadores anunciaron
un día que el niño Jesús cruzaría caminando la Laguna del Chancho. Algunos
levantaron voces de indignación, alegando que la laguna era poco profunda, tanto
que, hasta un chancho la cruzaba al trote. De ahí el nombre de dicho espejo de
agua. Sin embargo, Arsénico Benigno, boticario del pueblo, arguyó que la
profundidad de la laguna era imposible de saberse debido a la inexistencia de
un sistema de medición homologado. Ante semejante aseveración por parte del
curandero, los indignados, marcharon en busca de otras cuestiones frente a las
cuales manifestar su arrebato.
Al principio, el niño Jesús, que ya
contaba con ocho años, no quería saber nada con el asunto. “Yo sólo me baño los domingos y hoy es sábado”,
despotricaba frente a su madre. Don Herminio, que también sólo se bañaba los
domingos, se puso a favor del hijo. Los miembros de la Logia frente a esta
negativa solo atinaron a darse rebencazos hasta que apareció el dueño del
almacén, ofreciéndole al niño provisión de caramelos, gratis durante un año, si
le permitían poner una publicidad de su establecimiento durante el evento.
Cerraron el trato con un apretón de manos, aunque el niño Jesús jamás probaría
un solo caramelo ya que su madre los canjearía más tarde por aceite, harina y
fideos.
El evento milagrero comenzó con una
procesión desde el pesebre chamuscado, que nunca había sido reconstruido, hasta
la Laguna del Chancho, atravesando el pueblo por la calle principal. Al frente
iba el niño Jesús Iluminado Veremunda ataviado con una bata blanca con capucha
y en patas. Dado el acuerdo comercial y que el evento atrajo a todo el pueblo,
incluso vinieron gentes de lejos, le pintaron en la espalda una publicidad del
almacén de ramos generales Peñaloza. El niño iba seguido de su madre Doña
Fausta, su padre, cuatro integrantes de la Logia dándose rebencazos en las nalgas
y don Chacho Peñaloza, dueño del almacén auspiciante. Cerraban el cortejo
algunos de los músicos que solían amenizar las veladas en el Bar de Las Putas,
dos perros roñosos y la gente del pueblo, que a medida que avanzaba la
procesión, abandonaban las veredas para sumarse en respetuoso silencio al final
de la fila.
Llegados a la laguna todos se
abrieron en abanico ocupando la ribera para ver mejor. El viejo Próspero
Serapio se encargaba de levantar apuestas. Estas estaban 10 a 1 a que el niño
se iría al fondo como una piedra. Nicanor Costa Bravata, futuro almirante de la
flota de laguna, ríos y charcos durante la invasión indígena, fue el encargado
de llevar al niño Jesús Iluminado Veremunda hasta el centro de la laguna, donde
se había fondeado una plataforma desde la cual el niño debería iniciar su
caminata estupenda.
Albino El-Tulá el negro percusionista
inició su redoble tamboril. El niño, recién desembarcado, daba pequeños brincos
y hacía todo tipo de intrincados movimientos pre-competitivos con sus pies y
brazos, mientras veía alejarse el bote de Nicanor. Albino incrementó su
redoble. El niño dejó deslizar la bata que cayó a sus pies tras de sí. El viejo
Próspero levantaba las últimas apuestas. A la señal de un integrante de la
Logia cesó el redoble del tambor. La multitud contuvo la respiración como si
fueran ellos los que fueran a meterse al agua. El silencio se apoderó de la
comarca. Los pájaros callaron. Las vacas dejaron de rumiar. Hasta los corazones
latían aceleradamente en silencio. Silencio que fue roto por el borracho del
pueblo que le gritó al niño: “tráigame un
pescao pa la cena mi´jo”.
El niño Jesús se aprestó a dar el
primer paso. Estiró el pie derecho sobre el agua, sin tocarla aún. Las madres
abrazaron a sus hijos. Los novios aprovecharon para apretujar a sus novias,
estas aprovecharon y se dejaron apretujar en sitios donde hasta ahora nunca habían
sido apretujadas. El borracho empinó el codo y el vino tibio de la botella mojo
sus labios en el mismo instante en que el agua mojaba la planta del pie del
niño Jesús Iluminado Veremunda. “¡Está
fríaaaa! No me meto un carajo”, gritó.
Fue tal la reacción adversa de la
multitud que hasta los indignados volvieron al trote para indignarse. Tanto que
el niño, asustado por el clamor popular y más asustado aun cuando vio a su
madre, a lo lejos, blandiendo la alpargata cuan Juana de Arco, dio el paso
anhelado por todos. Quedó con el agua hasta el ombligo y, tras un momento de
vacilación, comenzó a caminar hacia la orilla frente a la mirada atónita de la
multitud. Los de la Logia se miraron entre ellos y comenzaron a flagelarse unos
a otros. Quienes los observaban no lograban ponerse de acuerdo si era por una
discusión interna frente al resultado de la prueba o si lo hacían por puro
placer. Los indignados se marcharon, indignados pero satisfechos por su
indignación. Mientras, el niño siguió avanzando lenta y certeramente, prueba de
ello era que el agua ya le llegaba a la altura de la ingle. Diez minutos
después llegaba, desnudo, mojado y tiritando a la ribera frente a sus
progenitores.
“¡¿Pero que
hace impúdico¡? Todo desnudo frente a toda esta gente. ¿ande está la bata?” Le espetó doña Fausta. “Quedó en la balsa mama”, respondió el
niño. “Camine a buscarla inmediatamente
si no quiere quedar colorado como los de la Logia. Y que no se le moje, no sea
cosa que se borre la publicidá”. Frente a tanta lógica el niño desando el
camino, recogió la bata y la trajo por sobre su cabeza a modo de trofeo. Tras
recibir el consabido coscorrón, el niño se cubrió con ella y junto a sus padres
rumbearon pa las casas.
Nadie se ponía de acuerdo en torno al
resultado de la prueba. Los de la Logia argumentaban que había sido un éxito
dado que ellos habían anunciado que el niño atravesaría la laguna caminando y
eso fue lo que el niño Jesús hizo. Sin embargo y a pesar de ello no podían
calificar el hecho como milagro. Próspero Serapio no pagó a ninguno de los
apostadores ya que el niño ni caminó sobre el agua ni tampoco se había ido al
fondo. Y sin que nadie lo advirtiera desapareció del pueblo para siempre. Pese
a esto la gente no aprendió la lección y siguió apostando a cuanta cosa levantara
controversia.
Al año siguiente, la Logia, tras
pensar una nueva actividad, decidió llevar al niño a una fiesta de casamiento.
Pero los futuros conyugues no eran una pareja cualquiera. Eran los más
amarretes del pueblo. También llevarían a los borrachos del pueblo y a cuatro o
cinco gordos. El razonamiento era el siguiente: Llevaremos a los borrachos y
los gordos para que se tomen y coman todo, ya que los que se casan son
amarretes no habrá para reponer, entonces estarán dadas las condiciones para que
el niño haga su magia, transformando el agua en vino y multiplicando panes y
pescados. Si salía bien, además de proclamar el milagro, declararían el Día
Nacional del Vino para atraer al turismo extranjero.
En realidad, no había casamiento como
tal; dado que el pueblo carecía de cura. A decir verdad no había institución
alguna, ni cura, ni policía, ni alcalde. Nada. Las parejas que decidían
convivir e iniciar una nueva célula familiar, lo anunciaban a las respectivas
familias, amigos e interesados y se organizaba una comilona en la casa de los
padres de la novia. Así, pues, se engalanaba la casa con guirnaldas y flores
silvestres, se asaban chanchos rechonchos y otros manjares y mucho vino, por
supuesto. Los preparativos comenzaban con bastante anticipación. Sobre todo,
para acumular suficiente vino y engordar a los chanchos.
El Presidente de la Logia se hizo
presente en la casa de los futuros concubinos y mantuvo una reunión con los
padres de ambos para explicar la pretensión de la Logia acerca de que el
casorio se realizara en el Bar de las Putas, que dada su amplitud permitiría
albergar a todos los que quisieran presenciar el milagro de la multiplicación
de los panes. Entre tanto la pareja aprovechó para darse un revolcón
pre-nupcial. Tras dos horas de embriagarse con el licor venéreo del amor
desenfrenado, lapso que duró el cónclave entre los padres y el Presidente. Estos, los padres, accedieron a romper la
tradición de realizar la pachanga en la casa natal. Pero había un
inconveniente: El Bar de las Putas.
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Quiero el cacho 2
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